Nos podríamos poner de acuerdo si afirmamos que Catalunya es un territorio que ha conseguido posicionarse como un referente estatal, europeo y, si cabe, internacional en el ámbito del fútbol.
Según el informe del Consejo Superior de Deportes de 2016, Catalunya dispone de 164.572 licencias federativas de fútbol respecto a un total de 942.674 licencias en el conjunto del estado. Es decir, el 17,45% de las licencias federativas vinculadas al fútbol están en Catalunya. Casi una de cada cinco. Es claro que en Catalunya se juega a fútbol o, como mínimo, se paga cuota federativa para ello.
La Federación Catalana de Fútbol, organismo que ampara el desarrollo del fútbol en el territorio, ha conseguido dotar el incremento de la masa social que juega con una representación equivalente de entrenadores. Con jugadores, entrenadores y clubes se ha estructurado un sistema de competición vertical (para todos los grupos de edad) que no se puede equiparar a ningún otro en el estado, ni tampoco en Europa ni en el marco internacional.
La consecución de este escenario es difícil de explicar pero, a grandes rasgos, es el resultado de la historia del país, la cultura del deporte, la geografía del territorio y la accesibilidad para la práctica así como el medio o el volumen de instalaciones deportivas disponibles. Secundariamente, las condiciones socio económicas de los países desarrollados también incentivan el crecimiento de industrias o sectores relacionados con el ocio o el tiempo libre.
De una forma genérica, este es el medio de cultivo con el que se obtienen los casos de éxito o de referencia de nuestro fútbol. Tanto de jugadores, entrenadores, árbitros, clubes, instituciones o empresas. Salen porque tenemos. Y tenemos por lo que somos y por las condiciones en las que vivimos.
Es evidente que en Catalunya hay plataformas más profesionalizadas y con más recursos que, eventualmente, pueden llegar a monopolizar la palabra éxito. Pero, en perspectiva, se entiende rápidamente que no es el quien si no el como el elemento clave para entender porque Catalunya es un modelo por lo que hace referencia a la productividad en el fútbol.
En la situación actual de interrelación de mercados, donde las distancias comerciales se acortan, sobre todo las de márquetin de producto, nacen las condiciones idóneas para la exportación. Si atendemos a que sólo de exporta aquello que se puede mover, veremos como jugadores y entrenadores son los activos más fácilmente transferibles. Todo esto nos permite explicar o resaltar la importancia de entender que la consecución de cualquier objetivo profesional en el extranjero tiene que atender a las características propias del destino o a los factores estructurales presentes en relación con la industria del fútbol. En la comparativa de las causas estructurales que afectan al desarrollo del fútbol en Catalunya y la disponibilidad de estos recursos en el extranjero podemos extraer una idea, desde el punto de vista de gestión deportiva, sobre si la actividad en la que nos iniciamos tiene probabilidades de éxito.
La internacionalización de la causa debe permitir proveer a los futuros jugadores, entrenadores y empresas catalanas en el extranjero con las herramientas necesarias para aterrizar de la mejor forma posible en el nuevo escenario. Y la primera de todas, antes que cualquiera de los conceptos técnicos, tácticos o de juego colectivo, debe ser entender cual es la organización del fútbol allí donde sea. El análisis en profundidad de la estructura federativa y sus organismos subsidiarios de ámbito estatal o provincial, así como la comprensión de la naturaleza de los clubes que habitan en ellos o los factores culturales que afectan a los que juegan, son piezas esenciales para ver si todo lo que tenemos en casa también puede existir fuera.
Con todo, pues, cualquier empresa futbolística que se quiera iniciar en el extranjero tiene que disponer de experiencia profesional relevante en el país de destino o, por defecto, de partners locales de confianza que puedan moldear la visión empresarial inicial con la estrategia real final.